Adivina Adivinador..Jugamos?? ñ_ñ

Se quedó helada. Su voz destilaba una aspereza y una seriedad inquietantes, al tiempo que una confianza que le resultaba igual de aterradora. Quería mirarlo, pero tenía miedo de lo que pudiese ver en su rostro o de lo que él podría decirle. Decidió esperar. Apenas respiraba.
—Esa persona a la que quieres eliminar... ¿es porque te forzó físicamente?
Entonces ella se atrevió a girar la cabeza y mirarlo por encima del hombro. Estaba allí de pie, entre las sombras, oscuro e imponente.
—No tienes por qué contarme los detalles, pero si tomó tu virtud, contra tu voluntad, debes decirme su nombre ahora mismo, esta misma noche, y tu parte del acuerdo concluirá en este preciso instante. Yo cumpliré la mía inmediatamente.
A ella se le hizo un nudo en la garganta al darse cuenta de lo que le estaba preguntando y de lo que le estaba ofreciendo. Estaba segura de que, en realidad, no era tan noble como parecía.

A la mierda con todo. Quería a esa mujer y no había vuelta atrás. Quería arrasar ese cuerpo. Quería apaciguar ese espíritu. Quería abrazarla, hacerle olvidar todo excepto que la quería. Empezó a decírselo, pero no fue lo bastante rápido.
—Y me gustaría saber por qué nadie se ha enamorado nunca de mí locamente. ¿Qué me pasa? —tenía la cara sonrojada y los ojos brillantes de lágrimas—. ¿Por qué no me ha vuelto loca alguien y me ha hecho olvidar todo excepto la pasión más ardiente aunque sólo sea una vez?

Emma no sabía cuánto tiempo había dormido, pero se despertó al sentir algo duro en su cadera. Al abrir los ojos se encontró medio tumbada sobre Thomas, que estaba sonriéndole.
—Hola, Emma.
Ella se rió. Puede que lanzara balas de fogueo, pero el gatillo le funcionaba bien.
—Hola, chico grande.
Thomas cruzó los brazos a su alrededor y la besó con suavidad.
—No estaba preparado para esto, para ti. Sé que no lo he hecho todo muy bien. A veces me pongo en lo peor, ya sabes —le besó la barbilla y la garganta—. Pero no volveré a hacerte daño. No permitiré que nadie te haga daño nunca.
Emma sonrió contra su cuello.
—No hagas promesas, ¿vale? Sólo abrázame, Thomas. Haz que me olvide de todo excepto de ti.
—Eso puedo hacerlo —le acarició con la nariz debajo de la mandíbula—. Pero tienes que dejarme que te haga una pequeña promesa.
—Thomas…
Con un solo movimiento la puso encima de él, le abrió las piernas y entró dentro de ella. Después de la sorpresa inicial Emma sintió que su cuerpo se derretía a su alrededor, y se movió voluptuosamente sobre él hundiéndose cada vez más.
Thomas apoyó las manos en sus caderas y la levantó un poco.
—Prometo no hacerte daño.
Luego volvió a bajarla.
—Prometo cuidar de ti.
Arriba otra vez.
Emma se cayó hacia delante con las manos a los lados de su cabeza y los pechos colgando frente a su boca.
Abajo.
Él cogió con la boca un pezón y luego el otro, lamiéndolos y rozándolos con las mejillas hasta que volvieron a estar rojos y duros.
Arriba.
—Y prometo arrasarte hasta que no puedas más.
Abajo.
Emma se estremeció, abrumada por la sensación de su boca y sus dientes en ella, su dureza en su interior y sus palabras seduciéndola.
Arriba y abajo.
No quería volver a gritar, pero no podía evitarlo. Era demasiado intenso y demasiado maravilloso.
Arriba y abajo. Más rápido. Más fuerte. Hasta que explotó y comenzó a arder con los ojos penetrantes de Thomas quemándole hasta el alma.
Cuando recuperó el aliento dijo:
—Eres tú, ¿verdad? —su voz se quebró mientras las lágrimas le picaban en los ojos—. Eres el hombre que va a volverme loca.
Thomas se quedó quieto. Dejó que el pezón saliera de su boca y le sonrió.
—Dalo por hecho, nena.