Adivina Adivinador..Jugamos?? ñ_ñ

No puedo dejar de pensar en ello y en cómo me sentí al mirarte, antes incluso de que te desnudaras. Miro cómo te mueves al quitarte la corbata y la guerrera y noto un fuego en mi interior que me enciende las entrañas. Me digo: nadie se mueve como él. Nadie se desabrocha los puños como él. Nadie tiene los ojos tan bonitos como él. Nadie tiene tanta suerte como yo.
Acabo de leer lo que te he escrito y no me parece haber expresado bien lo que siento, pero explicar cómo es el amor se parece mucho a explicar cómo es el canto de un pájaro. Lo oyes y lo reconoces y lo tienes tan interiorizado que estás convencida de que puedes repetírselo a alguien. Pero no puedes. Sólo quería que supieras que te amo...

—Tienes que irte —dijo sin emoción alguna. Volvía a ser el soldado y su rostro permanecía impasible, sus ojos fríos y distantes.
Tenía razón. Ella tenía que irse, por el bebé. Puso la mano sobre la de él.
—Está bien. Pero ¿tienes una pistola de sobra… por si acaso?
Él vaciló un momento y luego entró en el dormitorio y sacó de su bolsa de viaje un revólver compacto de cinco balas.
—¿Sabes cómo usarla?
Ella empuñó la pistola y sintió la suavidad de sus cachas de madera.
—Nunca he usado un arma de fuego, pero me las apañaré.
—No tiene seguro y la cámara está llena —dijo él mientras la acompañaba a la puerta—. Puedes echar el percutor hacia atrás antes de disparar, o puedes limitarte a apretar el gatillo un poco más fuerte. Es muy sencillo; sólo hay que apuntar y disparar. Es del calibre treinta y ocho, así que es eficaz —caminaba rápidamente hacia las escaleras mientras hablaba.

—Antes de conocerte —replicó ella—, los hombres me seguían porque soy rica y tengo unos modales impecables. Pero no me habría casado con ninguno de ellos, porque estaban cortejando a una mujer que no existía.
—¿Y? —la animó él, impaciente, ahora que se habían intercambiado los papeles.
—Y entonces llegaste tú y me devolviste la vida, mi querido coronel. Te... te quiero. Y el honor sería mío. Será un honor y un placer casarme contigo.
Durante unos instantes que se hicieron eternos, él se limitó a contemplarla. Luego la abrazó por la cintura y la levantó en el aire.
—Gracias —musitó, besándola—, gracias.

—Oh, Dios —gimió—. Oh, Dios mío.
Bartholomew aumentó el ritmo de sus embestidas mirándola fijamente. Sus ojos, color ámbar, brillaban como piedras preciosas.
—Mía —murmuró, antes de volver a tomarle la boca en un beso profundo—. Di que eres mía, dulce Tess.
—Soy tuya, Bartholomew James —logró decir ella con esfuerzo, enredando los dedos en su pelo.
Con un gruñido, él llegó al orgasmo. Ambos permanecieron abrazados en el suelo, respirando hondo, el coronel con la cabeza oculta en el hombro de ella.
—Me siento mejor ahora —bromeó Tess, sonriendo.
Bartholomew levantó la cabeza y le devolvió la sonrisa.
—No he sido muy delicado, pero estoy de acuerdo contigo. —La besó en los labios—. La próxima vez pienso quitarte la ropa poco a poco, pieza por pieza, y luego lamer cada centímetro de tu cuerpo desnudo.
—Hum, eso suena agradable.