La voluntaria
+4
mirenko
jfl
aliassara
Ire@
8 participantes
Página 1 de 1.
La voluntaria
Claudia bajó del autobús frente el hospital como cada sábado por la mañana. Encendió un cigarrillo, el último hasta la noche, y caminó despacio por el breve trayecto hasta la puerta principal.
Como voluntaria en el programa de asistencia social del hospital, su labor era totalmente desinteresada y la hacía con alegría, pero dejar su paquete de rubios durante todo el día, se estaba volviendo una penitencia demasiado grande.
Tardó lo necesario para acabar su cigarrillo y entró justo cuando unas espesas nubes comenzaban a cubrir el cielo, anunciando una de esas tormentas de principios de primavera que arrasan con todo.
Saludó a cada una de sus compañeras, a la asistente social, a los doctores y enfermeras y se encaminó hacia el primer pasillo: Cuidados Intensivos.
Realmente le gustaba lo que hacía allí. No era enfermera, era abogada… porque abogada y no enfermera era lo que su madre había querido que su hija estudiase.
Y aunque no era mal abogada, estaba segura que hubiese sido una excelente enfermera. Por eso se había unido como voluntaria del programa, cuando su amiga Caro lo organizó. Era una forma de sentirse realizada, completa, haciendo algo que le gustaba.
Porque lo que necesitaba era justamente algo que llenara su vida. Con 39 años, una carrera exitosa, un auto último modelo, un departamento en la city, casa en el campo… no tenía nada.
Su vida era un ir y venir de su oficina al juzgado, a entrevistarse con gente… y de vuelta a su vacía casa. ¿Y por qué? Porque nunca se atrevió a desafiar a su madre. A enfrentarse a ella y gritarle en la cara “Yo tomaré mis propias decisiones”
A decirle que se casaría con tal o cual sin esperar su aprobación… a hacer de su vida lo que quisiera…
Y aquí estaba, un año después de la muerte de su tirana madre, haciendo en su tiempo libre lo que le hubiera gustado dedicar su vida.
Claudia era de mediana estatura, rellenita pero bien formada, tenía grandes ojos azules y llevaba el lacio cabello castaño cortado a la altura del hombro en una pulcra línea recta. Siempre vestía muy elegante, sus trajes para el trabajo revelaban su gusto exquisito y su fineza, pero cuando trabajaba de voluntaria, amaba usar jeans raídos, largas camisetas de colores… todo lo que su madre jamás le permitió vestir de adolescente.
Enfundada en una bata de hospital, con los colores de las voluntarias del Servicio Social, Claudia recorría habitación por habitación, junto con sus compañeras, averiguando las necesidades de cada uno de los pacientes y familiares a su lado, y procurando cuanto les fuera posible.
Llevaba algunos juguetes al pabellón pediátrico, suministraba almohadones extra para los pacientes, ayudaba a comer a quienes no podían hacerlo por sus propios medios y cualquier cosa en la que pudiese ayudar.
Volvía justamente de pediatría, cuando vio a Rosario, una de sus compañeras, con la cara transfigurada de horror, viniendo hacia ella.
Preocupada, Claudia la detuvo en medio del pasillo.
—¿Rosario? ¿Estás bien?
La mujer de cincuenta años negó fuertemente con la cabeza.
—¿Qué pasa? ¿Qué viste?
Ella tomó una fuerte inspiración y la soltó lentamente.
—En la habitación 40… hay un hombre… ¡Mierda, Claudia! Nunca vi nada más triste en mi vida. Es decir… hay niños enfermos y todo eso… pero verlo a él así…
—¿Qué tiene, Rosario? ¿Está terminal?
—¡Oh, no! Nada de eso… Es que él… él… se está muriendo solo.
Claudia entornó los ojos. ¿Habría alguien que dejara a un familiar solo, así como así?
—¿Cómo que solo, Rosario?
—Sí, Claudia. No tiene a nadie. Y está como… ido.
Claudia no quería más explicaciones. Dejó a Rosario parada allí y salió rumbo el office de enfermería de esa sección.
Pidió un informe allí y se lo dieron. En resumen:
Alejandro Ortíz, 42 años. Intento de suicidio con pastillas para dormir. Depresión profunda, se niega a comer, rechaza al psicólogo, ningún familiar cercano.
No supo bien por qué, pero algo dentro suyo la llevó hasta la habitación 40 y hasta él.
Continuará…
Como voluntaria en el programa de asistencia social del hospital, su labor era totalmente desinteresada y la hacía con alegría, pero dejar su paquete de rubios durante todo el día, se estaba volviendo una penitencia demasiado grande.
Tardó lo necesario para acabar su cigarrillo y entró justo cuando unas espesas nubes comenzaban a cubrir el cielo, anunciando una de esas tormentas de principios de primavera que arrasan con todo.
Saludó a cada una de sus compañeras, a la asistente social, a los doctores y enfermeras y se encaminó hacia el primer pasillo: Cuidados Intensivos.
Realmente le gustaba lo que hacía allí. No era enfermera, era abogada… porque abogada y no enfermera era lo que su madre había querido que su hija estudiase.
Y aunque no era mal abogada, estaba segura que hubiese sido una excelente enfermera. Por eso se había unido como voluntaria del programa, cuando su amiga Caro lo organizó. Era una forma de sentirse realizada, completa, haciendo algo que le gustaba.
Porque lo que necesitaba era justamente algo que llenara su vida. Con 39 años, una carrera exitosa, un auto último modelo, un departamento en la city, casa en el campo… no tenía nada.
Su vida era un ir y venir de su oficina al juzgado, a entrevistarse con gente… y de vuelta a su vacía casa. ¿Y por qué? Porque nunca se atrevió a desafiar a su madre. A enfrentarse a ella y gritarle en la cara “Yo tomaré mis propias decisiones”
A decirle que se casaría con tal o cual sin esperar su aprobación… a hacer de su vida lo que quisiera…
Y aquí estaba, un año después de la muerte de su tirana madre, haciendo en su tiempo libre lo que le hubiera gustado dedicar su vida.
Claudia era de mediana estatura, rellenita pero bien formada, tenía grandes ojos azules y llevaba el lacio cabello castaño cortado a la altura del hombro en una pulcra línea recta. Siempre vestía muy elegante, sus trajes para el trabajo revelaban su gusto exquisito y su fineza, pero cuando trabajaba de voluntaria, amaba usar jeans raídos, largas camisetas de colores… todo lo que su madre jamás le permitió vestir de adolescente.
Enfundada en una bata de hospital, con los colores de las voluntarias del Servicio Social, Claudia recorría habitación por habitación, junto con sus compañeras, averiguando las necesidades de cada uno de los pacientes y familiares a su lado, y procurando cuanto les fuera posible.
Llevaba algunos juguetes al pabellón pediátrico, suministraba almohadones extra para los pacientes, ayudaba a comer a quienes no podían hacerlo por sus propios medios y cualquier cosa en la que pudiese ayudar.
Volvía justamente de pediatría, cuando vio a Rosario, una de sus compañeras, con la cara transfigurada de horror, viniendo hacia ella.
Preocupada, Claudia la detuvo en medio del pasillo.
—¿Rosario? ¿Estás bien?
La mujer de cincuenta años negó fuertemente con la cabeza.
—¿Qué pasa? ¿Qué viste?
Ella tomó una fuerte inspiración y la soltó lentamente.
—En la habitación 40… hay un hombre… ¡Mierda, Claudia! Nunca vi nada más triste en mi vida. Es decir… hay niños enfermos y todo eso… pero verlo a él así…
—¿Qué tiene, Rosario? ¿Está terminal?
—¡Oh, no! Nada de eso… Es que él… él… se está muriendo solo.
Claudia entornó los ojos. ¿Habría alguien que dejara a un familiar solo, así como así?
—¿Cómo que solo, Rosario?
—Sí, Claudia. No tiene a nadie. Y está como… ido.
Claudia no quería más explicaciones. Dejó a Rosario parada allí y salió rumbo el office de enfermería de esa sección.
Pidió un informe allí y se lo dieron. En resumen:
Alejandro Ortíz, 42 años. Intento de suicidio con pastillas para dormir. Depresión profunda, se niega a comer, rechaza al psicólogo, ningún familiar cercano.
No supo bien por qué, pero algo dentro suyo la llevó hasta la habitación 40 y hasta él.
Continuará…
Ire@- Administradora
- Mensajes : 307
Fecha de inscripción : 06/07/2012
Edad : 48
Localización : Baires
Re: La voluntaria
Es muy triste, quiero ver como sigue ¿para cuando la continuacion?
aliassara- Mensajes : 181
Fecha de inscripción : 16/07/2012
Edad : 44
Localización : delante del pc
Re: La voluntaria
Muy bien Ire. Nos has introducido a Claudia y por lo que nos cuentas de ella, tanto física como emocionalmente nos das pie para imaginarnos que puede pasar con el enfermo Alejandro Ortiz...
Estupenda redacción.
Esperamos desarrollo....
Estupenda redacción.
Esperamos desarrollo....
jfl- HC
- Mensajes : 1037
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: La voluntaria
Les cuento que esta historia esta basada en cosas reales que me contaron cuando estaba en el hospital cuidando a mi papá, antes de que falleciera el año pasado.
Las voluntarias de las que hablo realmente existen, y mientras yo estuve allí, charlaba mucho con ellas. Cuando me contaron sobre el hombre que estaba dos habitaciones más adelante de la que ocupaba mi padre... se me rompió el corazón.
Su caso era muy triste, así que decidí hacer lo que La Contadora de Cuentos... ¿se saben esa historia?
Si no la conocen, aquí se las dejo, la encontré hace tiempo en El Bosque de Noah, un blog hermoso.
Esta es la historia:
Había una vez una mujer cuyo oficio era contar cuentos. Iba por todas partes ofreciendo su mercadería, relatos de aventuras, de suspenso, de horror o de lujuria, todo a precio justo. Un mediodía de agosto se encontraba en el centro de una plaza, cuando vio avanzar hacia ella un hombre soberbio, delgado y duro como un sable. Venía cansado, con un arma en el brazo, cubierto del polvo de lugares distantes y cuando se detuvo, ella notó un olor de tristeza y supo al punto que ese hombre venía de la guerra. La soledad y la violencia le habían metido esquirlas de hierro en el alma y lo habían privado de la facultad de amarse a sí mismo. ¿Tú eres la que cuenta cuentos?, preguntó el extranjero. Para servirle, replicó ella. El hombre sacó cinco monedas de oro y se las puso en la mano. Entonces véndeme un pasado, porque el mío está lleno de sangre y de lamentos y no me sirve para transitar por la vida, he estado en tantas batallas, que por allí se me perdió hasta el nombre de mi madre, dijo. Ella no pudo negarse, porque temió que el extranjero se derrumbara en la plaza convertido en un puñado de polvo, como le ocurre finalmente a quien carece de buenos recuerdos. Le indicó que se sentara a su lado y al ver sus ojos de cerca se le dio vuelta la lástima y sintió un deseo poderoso de aprisionarlo en sus brazos. Comenzó a hablar. Toda la tarde y toda la noche estuvo construyendo un buen pasado para ese guerrero, poniendo en la tarea su vasta experiencia y la pasión que el desconocido había provocado en ella. Fue un largo discurso, porque quiso ofrecerle un destino de novela y tuvo que inventarlo todo, desde su nacimiento hasta el día presente, sus sueños, anhelos y secretos, la vida de sus padres y hermanos y hasta la geografía y la historia de su tierra. Por fin amaneció y en la primera luz del día ella comprobó que el olor de la tristeza se había esfumado. Suspiró, cerró los ojos y al sentir su espíritu vacío como el de un recién nacido, comprendió que en el afán de complacerlo le había entregado su propia memoria, ya no sabía qué era suyo y cuánto ahora pertenecía a él, sus pasados habían quedado anudados en una sola trenza. Había entrado hasta el fondo en su propio cuento y ya no podía recoger sus palabras, pero tampoco quiso hacerlo y se abandonó al placer de fundirse con él en la misma historia...
Las voluntarias de las que hablo realmente existen, y mientras yo estuve allí, charlaba mucho con ellas. Cuando me contaron sobre el hombre que estaba dos habitaciones más adelante de la que ocupaba mi padre... se me rompió el corazón.
Su caso era muy triste, así que decidí hacer lo que La Contadora de Cuentos... ¿se saben esa historia?
Si no la conocen, aquí se las dejo, la encontré hace tiempo en El Bosque de Noah, un blog hermoso.
Esta es la historia:
Había una vez una mujer cuyo oficio era contar cuentos. Iba por todas partes ofreciendo su mercadería, relatos de aventuras, de suspenso, de horror o de lujuria, todo a precio justo. Un mediodía de agosto se encontraba en el centro de una plaza, cuando vio avanzar hacia ella un hombre soberbio, delgado y duro como un sable. Venía cansado, con un arma en el brazo, cubierto del polvo de lugares distantes y cuando se detuvo, ella notó un olor de tristeza y supo al punto que ese hombre venía de la guerra. La soledad y la violencia le habían metido esquirlas de hierro en el alma y lo habían privado de la facultad de amarse a sí mismo. ¿Tú eres la que cuenta cuentos?, preguntó el extranjero. Para servirle, replicó ella. El hombre sacó cinco monedas de oro y se las puso en la mano. Entonces véndeme un pasado, porque el mío está lleno de sangre y de lamentos y no me sirve para transitar por la vida, he estado en tantas batallas, que por allí se me perdió hasta el nombre de mi madre, dijo. Ella no pudo negarse, porque temió que el extranjero se derrumbara en la plaza convertido en un puñado de polvo, como le ocurre finalmente a quien carece de buenos recuerdos. Le indicó que se sentara a su lado y al ver sus ojos de cerca se le dio vuelta la lástima y sintió un deseo poderoso de aprisionarlo en sus brazos. Comenzó a hablar. Toda la tarde y toda la noche estuvo construyendo un buen pasado para ese guerrero, poniendo en la tarea su vasta experiencia y la pasión que el desconocido había provocado en ella. Fue un largo discurso, porque quiso ofrecerle un destino de novela y tuvo que inventarlo todo, desde su nacimiento hasta el día presente, sus sueños, anhelos y secretos, la vida de sus padres y hermanos y hasta la geografía y la historia de su tierra. Por fin amaneció y en la primera luz del día ella comprobó que el olor de la tristeza se había esfumado. Suspiró, cerró los ojos y al sentir su espíritu vacío como el de un recién nacido, comprendió que en el afán de complacerlo le había entregado su propia memoria, ya no sabía qué era suyo y cuánto ahora pertenecía a él, sus pasados habían quedado anudados en una sola trenza. Había entrado hasta el fondo en su propio cuento y ya no podía recoger sus palabras, pero tampoco quiso hacerlo y se abandonó al placer de fundirse con él en la misma historia...
Ire@- Administradora
- Mensajes : 307
Fecha de inscripción : 06/07/2012
Edad : 48
Localización : Baires
Re: La voluntaria
Solo puedo decir, verdaderamente hermoso.
mirenko- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 18/07/2012
Edad : 54
Localización : Bilbao
SENTIMIENTOS Y EMOCIONES BELLAMENTE ESCRITO
Suscribo lo que ha dicho MirenKo.
Me maravilla que un relato tan corto, concentre tanto sentimiento, y esté tan bellamente escrito. Realmente me ha emocionado.
Gracias Ire, por mostrárnolo, y cuando salga del foro voy a buscar el blog que has comentado El bosque de Noah.
Me maravilla que un relato tan corto, concentre tanto sentimiento, y esté tan bellamente escrito. Realmente me ha emocionado.
Gracias Ire, por mostrárnolo, y cuando salga del foro voy a buscar el blog que has comentado El bosque de Noah.
jfl- HC
- Mensajes : 1037
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Re: La voluntaria
Que maravilloso relato , gracias por traernos cosas asi que de otra manera no podriamos leer.
Rochi 61- HC
- Mensajes : 743
Fecha de inscripción : 17/07/2012
Localización : siempre aca
La Voluntaria
Un relato muy sensible y por desgracia muy real hoy en dia , hay mucha gente que esta sola , veo por lo poco que he leído , que has empezado con mucho sentimiento y realismo y tienes razón la vida no es de color de rosa , como en muchos libros que leemos y está bien que nos paremos a reflexionar a veces .Besos .
jazmin69- Mensajes : 533
Fecha de inscripción : 18/07/2012
Localización : España
MÁS, MÁS, MÁS...
Ire, no has colgado más capítulos de la Voluntaria?
Los estoy esperando (¡sin presiones! y con cariño). Quiero saber como continúa la historia.
PD. El otro día entré en el Blog de Noah, y ya pude leer algunas de sus reflexiones.
Los estoy esperando (¡sin presiones! y con cariño). Quiero saber como continúa la historia.
PD. El otro día entré en el Blog de Noah, y ya pude leer algunas de sus reflexiones.
jfl- HC
- Mensajes : 1037
Fecha de inscripción : 17/07/2012
LA BOLUNTARIA
HERMOSO NO SE PUEDE DECIR NADA MAS
GRACIAS
GRACIAS
olga-m- Mensajes : 16
Fecha de inscripción : 18/07/2012
Localización : Buenos Aires
Re: La voluntaria
Precioso. Yo también he pasado mucho tiempo en el Hospital cuidando a mi madre, y es muy triste ver a enfermos solos.
MartaT- Mensajes : 662
Fecha de inscripción : 06/07/2012
Edad : 59
Localización : ESPAÑA
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.