Fantasías compartidas

Como Mati todavía no ha dado señales de vida, les dejo este pequeño "corto" para paliar la espera.
Que lo disfruten (y si quieren, den más ideas )

La venganza de Laura


Laura se despertó en su cama alterada. La pesadilla era recurrente desde que fue liberada luego del secuestro. Algo había ahí que no le cerraba y estaba dispuesta a averiguarlo. Algo raro, muy raro en toda esa historia.
Ella no era tonta, y por más que le dijeran que las fotos eran falsas, las había visto muy bien… no eran truchadas (falsificadas).
Insultaba su inteligencia que Matías hubiera pretendido hacerle creer que eran un montaje, así que llamó a Sole para consultarla, si ella, que era fotógrafa y especialista en photoshop le aseguraba que eran un montaje, recién entonces le creería.
Guardó las fotos en la cartera, las que le dejó la loca de Roxana y las que le dio Matías, que según él, eran la demostración de la falsedad de las de Rox, y salió hacia el estudio de Sole.

Dos horas después, con una furia asesina creciendo cada vez más dentro de ella, fue preparando su plan para vengarse de Matías por haberle mentido.

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Matías entró a su casa como siempre, muy seguro de sí mismo y con toda la confianza de un tipo que acaba de destruir a sus enemigos y de hacerse del control de todo su poderío.
Antes de que pudiera sacarse el abrigo, un pinchazo en el brazo, desde la espalda, lo hizo girarse bruscamente, pero antes de que pudiera verle la cara a su agresor, una bofetada le cruzó el rostro.
—¡Hijo de puta! —escuchó, y de repente, su visión se volvió oscura, perdió el equilibrio y se desplomó en el suelo.

Laura sonrió en silencio. Su venganza acababa de comenzar.

***************

Se despertó aturdido, mareado y dolorido. No tenía idea de dónde estaba, pero algo le decía que no se había movido de su casa.
Sacudió la cabeza para aclararse la mente y despejar la visión, que continuaba siendo un poco borrosa.
Estaba en su habitación. En su cama. ¡Gracias a Dios! Pensó, pero cuando quiso volverse de costado, se dio cuenta de que estaba atado de pies y manos.
Tiró de las sogas que rodeaban sus muñecas y no pudo zafarse ni un milímetro. Con los pies pasaba lo mismo. Lo peor de todo, era que estaba con las piernas bien abiertas, con un almohadón bajo las caderas… y completamente desnudo.
Por su mente estallaron como flashes de luz recuerdos de la vejación de la que fue víctima hacía muy poco tiempo… ¡no, otra vez no, por favor! Pensaba. Sólo la luz de una pequeña lámpara estaba encendida, y la pantalla estaba cubierta por un pañuelo de seda roja, que le daba un aspecto casi sensual… si no fuera por el miedo que él sentía allí, en pelotas y a merced de vaya a saber qué.
La puerta del cuarto se abrió y vio a Laura.
¡Laura! ¿Qué carajo estaba pasando?
—Bueno, parece que el bello durmiente se despertó—dijo con sorna—. Hora de la venganza, papito.
—¿Qué venganza, Laura? ¿Qué decís?
—¿Pero vos te crees que soy estúpida? ¿Qué me creí eso de que las fotos eran falsas? Nooooo. Y ¿sabés qué es lo peor? Que me hiciste secuestrar, o fingiste que me tenían secuestrada, para tapar tus cagadas. ¿Sabías que me cagaron a cachetadas? ¿Qué esos hijos de puta me manosearon, me dijeron de todo? No Mati, si me hubieras metido los cuerno nada más, yo lo hubiera entendido, al fin y al cabo, los dos sabemos que el sexo entre vos y yo no marcha viento en popa. Pero no, como muy pelotudo me tuviste que dejar en manos de esos asquerosos de mierda, para que me humillaran, me hicieran cualquier cosa… No Mati, esto no tiene perdón.

Laura agarró un látigo que había sobre su tocador y le dio un largo y agonizante golpe en las piernas a Matías. Su alarido la hizo reír.
—¿Qué pasa, te duele? ¡Jodete! —y le asestó el segundo.
Estaba vestida con un corsé rojo sangre, con unas medias rojas hasta los muslos que terminaban en una puntilla de encaje.
Cuando se cansó de darle latigazos, observó las líneas rojas que cubrían a Matías desde las pantorrillas hasta los antebrazos.
Laura abrió el cajón de su mesita y sacó un estuche bastante grande. Matías tembló. Sacó una mordaza de pelota, un anillo para pene y algo más, pero que no pudo ver. Ella, muy decidida y con una cara de perversa terrible, se acercó a la cama y le puso la mordaza a la fuerza y tirándole mucho el pelo. Luego llegó el turno del anillo…
El roce de sus manos lo hizo excitarse, pero sobre todo, era ésta nueva faceta de Laura lo que lo volvió loco por completo. Ella siempre había sido muy convencional, y cada vez que Mati quería experimentar algo nuevo, ella se horrorizaba y salía huyendo, llamándolo “pervertido”, “enfermo” y todo lo que se le viniera a la boca en esos momentos.
Con el anillo puesto, Mati se sentía medio ahogado, su pene estaba durísimo y los toqueteos de Laura no cesaban.
—Así que el “pervertido” necesita voltearse a la turra de Ire para gozar, ¿no? Decime, Matías, ¿a cuántas te volteaste? ¿Sabés una cosa? Si hubiera sabido que esto era tan excitante, no hubiera rechazado tus jueguitos antes. Pero vos me querías dominar a mi… creo que ése fue tu error, Mati. Si querías que te dominara, debiste haber sido más claro… este juego me gusta.
El corazón de Matías se aceleró ante sus palabras. Ella tenía razón, siempre había querido atarla, someterla… tal vez por eso se negaba, porque algo tenía de dominante y él la quería someter contra su voluntad.
Una cachetada en los testículos lo devolvió a la realidad. Luego, algo frío y pegajoso se filtró entre sus piernas… Laura le estaba poniendo lubricante. ¡En la apertura del ano!
Casi le da un síncope ante la audacia de su mujer. Peor aún cuando ella esgrimió un consolador enorme, como si fuera una espada, ante sus ojos.
—¿Sabés a qué vamos a jugar, Mati? —él no podía contestar con la mordaza puesta—. Vamos a jugar a que sos mi putita.
Y dicho eso, acercó la punta de ese monstruo a su culo.
Los latidos de su corazón se aceleraron al doble cuando Laura, con mucha paciencia y arte, comenzó a horadar en su cuerpo con esa bestialidad, que más allá de lo grande que era, estaba entrando despacio y sin pausa.
El sudor corría por su frente, le costaba respirar y el retumbar de su corazón en los oídos, lo dejaba sordo.
La muy desgraciada lo llevó hasta la base, enterrando todo su grosor y largo en Matías.
Cuando estuvo bien acomodado, lo sostuvo con una mano, mientras que con la otra, comenzó a masturbarlo lentamente.
Un gemido escapó de su pecho, las lágrimas caían de sus ojos. No eran de dolor… eran más bien de una mezcla de sensaciones y emociones. Se retorcía bajo las cuerdas, en un principio, tratando de zafarse de su toque, pero luego, acompañándolo, siguiendo los empujes de ese monstruo que hurgaba en su culo y de esa mano que no cejaba de torturarlo.
Sentía que estaba por estallar, pero el anillo para pene retrasaba el orgasmo. Para colmo, cada vez que estaba a punto, Laura se detenía unos segundos, alargando su agonía.
Acabar se convirtió en el fin último de su vida, si no acababa se iba a morir, o al menos eso pensaba Matías, sumido por completo en un espiral de locura que cada vez, lo llevaba más y más alto.
Cuando ya estaba casi ronco de gruñir detrás de la mordaza, cuando su pene y su culo no resistían más, Laura continuó masturbándolo lentamente, haciendo de su orgasmo el más largo de la historia.
Matías se sentía morir, era como estar acabando interminablemente. Parecía que nunca iba a terminar, y Laura seguía y seguía. El placer era tanto que dolía, estaba más que sensible y el pene no daba más.
Cuando luego de interminables minutos, cinco, diez, cien… Mati no podía asegurar cuánto, Laura se detuvo.
Intentó respirar con normalidad, pero el aire parecía insuficiente. Entonces ella lo soltó. Quitó el monstruo con el que lo había violado, le quitó la mordaza, y cortó las sogas que ya le habían dejado unas marcas que, estaba seguro, tardarían muchos días en borrarse.
Se arrebujó en la cama en posición fetal. Agotado, destruido. Entonces, la autoritaria voz de Laura lo sobresaltó.
—No te acomodes mucho, Matías. Esto acaba de empezar...